domingo, 18 de octubre de 2009

Un corazón al desnudo narcotizado con las flores del mal

Últimamente, uno de los ejes de gravitación de la febril y cada vez más abombante carrera en círculos que vive en mi cabeza, era la cuestión del amor y el deseo. De hecho, todavía estoy acariciando las vivas resonancias que dejó en mí una charla que sostuve con algunas cumpas en el viaje de vuelta de Tucumán a La Plata, cuando armamos una suerte de extensión motorizada del taller de Mujeres y Sexualidad. Hace ya un tiempo que adopté, con mucha ironía socarrona y gusto por el placer iconoclasta y escéptico, pero también con una buena dosis de desgarro emocional, la frase "el amor es el opio de las mujeres" de Betty Friedan y Kate Millet como muletilla de cabecera, como estribillo incendiario de un momento personal que se ha extendido lo suficiente (haciéndose molde elástico de un montón de ansiedades, sensaciones e inquietudes) como para que podamos hablar de momentos, o en todo caso, de ardor sediento por nuevas búsquedas.

Pero le estoy robando mucho espacio a la estrella (negra, salvaje, descarnada) del post, que es el testimonio personal de Charles Baudelaire (mi pluma favorita de todos los tiempos, tutela capital en mi formación de adolescente darkie, me hago cargo del cliché :P). Con la amarga y elegante lucidez que le concedió la soledad y el tránsito noctámbulo por las calles del opio, Baudelaire escribió en sus cuadernos personales, allá lejos y hace tiempo, a mediados del siglo XIX:

"(...) Creo que ya escribí en mis notas que el amor se parece mucho a la tortura o a una operación quirúrgica. Pero esta idea puede ser desarrollada del modo más amargo. Aún cuando los dos amantes estuvieran muy enamorados y muy llenos de deseos recíprocos, uno de los dos siempre estará más tranquilo, o menos poseído que el otro. Ése o ésa, es el operador o el verdugo; el otro es el sujeto, la víctima. ¿Escucháis esos suspiros, preludios de una tragedia de deshonra, esos gemidos, esos gritos, esos estertores? ¿Quién no los ha proferido, quién no los ha irresistiblemente arrancado? ¿Y qué encontráis peor que eso en la tortura aplicada por cuidadosos torturadores? Esos ojos extraviados de sonámbulo, esos miembros cuyos músculos se sacuden y se contraen como bajo la acción de una pila eléctrica, ni la embriaguez, ni el delirio, ni el opio en sus más furiosos resultados, os ofrecerán por cierto, tan espantosos, tan curiosos ejemplos. Y el rostro humano, que Ovidio creía hecho para reflejar los astros, helo aquí que no expresa más que una ferocidad loca, o que se distiende en una especie de muerte. Porque, ciertamente, yo creería cometer un sacrilegio aplicando la palabra "éxtasis" a esta especie de descomposición. ¡Espantoso juego en el que es necesario que uno de los jugadores pierda el gobierno de sí mismo! Una vez preguntaron delante de mí en que consistía el mayor placer del amor. Alguien respondió naturalmente: "en recibir"; otro: "en darse". Éste dijo: "¡placer de orgullo!"; y aquél: "¡voluptuosidad de humillación!". Todos estos cerdos hablaban como la Imitación de Cristo. Al fin apareció un impúdico utopista que afirmó que el mayor placer del amor era el de formar ciudadadanos para la patria. (...)"

Es así como el tío Charlie, todo un cultor de aquella máxima suya que postulaba "lo que hay de embriagador en el mal gusto es el placer aristocrático de desagradar", termina su dolorosa disertación, aportando una cuota de su caústico y refinado humor satanista:

"(...) Por mi parte, yo digo: la voluptuosidad única y suprema del amor consiste en la certidumbre de hacer el mal. El hombre y la mujer saben, de nacimiento, que toda voluptuosidad se encuentra en el mal".


PS 1: mi concepción absolutamente negativa del amor refiere al mito del amor romántico, sacralizado, trascendental, asimétrico, ritualizado, y a la jerarquización de esa modalidad de amor por encima de otras posibilidades erótico-afectivas subalternas, desclasadas y polimorfas. Obviamente, he estado enamorada, de forma convencional, por así decirlo, y también de formas más lúdicas y emancipadoras. Esta náusea no se la dedico, entonces, a toda la profusión de modos bastardos de comunicación (erótica, política, sensible, intelectual) con la/el otrx; sino al Amor (así con mayúsculas dictatoriales y esencialistas) como única y fatal posibilidad, que se alimenta con el sacrificio de las individuales en el altar monstruoso de la Pareja.

PS 2: la ilustración que acompaña esta nota es un Autorretrato del mismo Baudelaire, bajo los efectos del hachís.

7 comentarios:

  1. Excelente... me encantò... Amo a Baudelaire... Por otra parte tus conclusiones son muy acertadas, coindido en gran parte con ellas...
    besos...

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  2. :) aguante el amor libre (con el/la/los/las otrxs/otr@s...amor sin mayúscula, que implica toda conexión erótica- amistosa, pero también a ese sentimiento bastardeado (llamado AMOR)pero ejercido sin posesión sobre el/la/los/las otrxs/otr@s, y pudiendo incluso sentirse por varixs/@s simultáneamente... sigo pensando que eso es lo subversivo, dar lugar a que EL AMOR pueda existir con otra forma...qué obviamente implica la destrucción del MAYÚSCULO (opio de las mujeres) :P)

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  3. pequeño tema.
    más que concluir, me vuela la cabeza, que se llena de referencias a muchos otros que intentaron entender el amor, el deseo, la amistad, el amor.
    pienso, ahora, en el hermoso y desgarrador libro de roland barthes.
    pero más que nada, dudas, inquietudes, ansiedades y muchos muchos círculos.-


    (y, por cierto, lo del impúdico utopista es impagable)

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  4. ese libro...es muy hermoso...y la mitad de mi próximo corto se basa en uno de sus textos.

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  5. Ana: muchas gracias, yo también adoro a Baudelaire, a la poesía maldita y a toda la imaginería romántica. Me acuerdo que siempre discutía -en uno de mis arrebatos ñoños- con un amigo porque a mí me gustaba más el romanticismo alemán -tormenta y arrebato, pura desmesura, eros gutural y abismo- con Goethe y Schelling a la cabeza y él prefería por lejos la literatura gótica inglesa -mucho más medida y refinada- con Shelley, Byron y Blake. Hoy día creo que no me puedo decidir por ninguna de las dos (aunque conceptualmente la angustia alemana tiene algo que me puede y mucho) :P

    Chica O.: siempre es un placer tenerla de comentarista estrella ;) A verchhh, entiendo la carga política de expropiarle el término "amor" a esos malditxs burgueses ahogadxs hasta el cuello con sus contratos y sus protocolos obsesivos; pero también tiene su valor político concederle ese mismo valor a nuevas nominaciones o enaltecer categorías desclasadas de afecto y erotismo... de todos modos, últimamente ando con unas contradicciones monstruosas que me están tironeando de todas partes... lo que sí es cierto, ya no quiero enamorarme más :( sí querer y mucho, y todo el tiempo, y tantear a ciegas, y no sentir este espantoso sentimiento de culpa por cualquier cosa que pueda llegar a sentir o a pensar.

    O. B., también es todo un placer su visita! Siiii, "Fragmentos de un discurso amoroso" de Barthes es hermoso, con razón a Kristeva la tenía de un ala :P
    En el fondo, me imaginé que lo del "impúdico utopista" te iba a robar una sonrisa ;)

    Ostra-ostracismo: ¡felicidades por el estreno! Hoy prometo pasar y dejar mi huella :D

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  6. Aquí necesitamos la genialidad de Violencia Rivas y su furia pre-punk, certificando aquello de que:

    "(...) Que gustas de mí, me dices como un niño
    Quieres darme amor y darme tu cariño
    Pero es sólo sexo, el que habla es tu falo
    No creo en el amor de ningún ser humano (...)"

    :P

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